Las citocinas son moléculas clave del sistema inmunológico, conocidas por su papel en la defensa contra infecciones. Sin embargo, nuevos estudios sugieren que también pueden afectar nuestras emociones y comportamiento al actuar directamente sobre el cerebro. Esta conexión entre el sistema inmune y el sistema nervioso ha cobrado fuerza con los recientes hallazgos publicados en la revista Cell, que se enfocan en una citocina en particular: la IL-17.
Investigadores del MIT y la Facultad de Medicina de Harvard descubrieron que la IL-17 puede tener efectos opuestos según la zona del cerebro donde actúa. Por ejemplo, en la amígdala, relacionada con el miedo, puede provocar ansiedad. Pero en la corteza somatosensorial, parece estimular la sociabilidad. Estos resultados refuerzan la idea de que el sistema inmunológico no solo combate enfermedades, sino que también influye en nuestro estado emocional.
Los estudios fueron liderados por la neurocientífica Gloria Choi y el inmunólogo Jun Huh, quienes ya habían observado en 2019 que la IL-17 se activa durante ciertas infecciones y modifica la actividad cerebral en ratones. Su interés por esta molécula surgió al investigar el ‘efecto fiebre’, un fenómeno donde niños con autismo muestran mejoras temporales en su comportamiento durante episodios febriles.
En esta nueva investigación, encontraron que una variante llamada IL-17E puede disminuir la actividad de ciertas neuronas y fomentar la interacción social. Por el contrario, otras variantes como la IL-17A e IL-17C pueden aumentar la ansiedad, un posible mecanismo de protección evolutiva para evitar contagios.
Además, identificaron que otra citocina, la IL-10, tiene la capacidad de contrarrestar esos efectos ansiosos, lo que sugiere que el cuerpo busca un equilibrio emocional. Para los científicos, estos descubrimientos podrían abrir nuevas puertas en el tratamiento de trastornos como el autismo o la depresión, al considerar también la influencia del sistema inmune.