Durante años, este lugar fue escenario de torturas, desapariciones y asesinatos sistemáticos que dejaron una huella imborrable en miles de familias.
Según investigaciones recientes, decenas de miles de personas fueron ejecutadas o murieron bajo tortura, muchas de ellas trasladadas a fosas comunes disfrazadas de zonas militares restringidas.
Las condiciones inhumanas dentro de Sednaya, donde los prisioneros eran privados de alimento y sometidos a violencia extrema, subrayan la magnitud de las atrocidades cometidas bajo el régimen de Bashar al-Assad.
Con la caída del régimen, la liberación de la prisión ha destapado una crisis humanitaria profunda. Supervivientes emergen traumatizados, mientras que equipos internacionales trabajan contra el reloj para documentar los crímenes y preservar pruebas cruciales.
La comunidad internacional ha subrayado la urgencia de buscar justicia y reconciliación para evitar un nuevo ciclo de violencia.
Propuestas como la entrega de responsables de alto nivel, acompañada de amnistías para aquellos que actuaron bajo órdenes, podrían abrir camino hacia la estabilidad, aunque la tarea de reconstruir Siria tras esta devastación moral y física sigue siendo monumental.