El terremoto de magnitud 7.7 en Myanmar ha dejado un saldo devastador de más de 2 mil muertos, más de 3,900 heridos y 270 personas desaparecidas, según informó la junta militar gobernante. La tragedia ocurrió hace tres días, y las esperanzas de encontrar más sobrevivientes entre los escombros se desvanecen rápidamente. Ante la catástrofe, las autoridades han decretado una semana de luto nacional, con banderas a media asta como señal de respeto por las víctimas.
Equipos de rescate y suministros han comenzado a llegar al país, que enfrenta enormes dificultades para responder a la magnitud de la emergencia debido a su precaria situación causada por la guerra civil y la falta de recursos. La comunidad internacional ha movilizado ayuda, pero la respuesta sigue siendo insuficiente para atender la magnitud del desastre, mientras los sobrevivientes enfrentan condiciones desesperadas.
Expertos temen que el número de víctimas aumente a medida que se accede a zonas afectadas de difícil acceso y se remueven escombros. La crisis humanitaria se agrava en un país ya devastado por conflictos internos, lo que subraya la necesidad urgente de una respuesta internacional coordinada para brindar apoyo médico, alimentario y logístico a la población afectada.